Como continuación al
trabajo publicado en este blog el pasado día 3, en el que apunto la sucesión de
epidemias en La Vila desde que fue fundada en el año 1300, prosigo con el
relato de parte de un artículo de Luis Ribot editado en El Cultural el día 1 de
Junio de 2006.
--“José Luis Betrán en su libro “Historia de las epidemias
en España”, escoge un período cronológico que abarca desde la peste negra de
mediados del siglo XIV hasta la gripe de 1918-1919, un amplio espacio de tiempo
marcado por diversos contagios epidémicos más o menos generalizados y
mortíferos, con sus diferentes tipos de enfermedades (peste, tifus, viruela,
paludismo, fiebre amarilla, difteria, cólera, tuberculosis, gripe,)
¿Qué podía hacerse frente a los apocalípticos y esporádicos
azotes de la muerte? La segunda parte del libro se detiene en el universo
cultural y mental. La especial incidencia en las ciudades ante la mayor
concentración humana y las precarias condiciones higiénicas; los consejos de la
medicina para evitar o curar el contagio, en su ineficaz combate contra la
epidemia; la idea de la difusión por el aire; las sangrías, cauterizaciones y
fármacos recomendados; la lenta lucha por sacar los cementerios fuera de las
ciudades, los duros métodos de purificación y aislamiento, la desigual
incidencia social de la epidemia, la alteración egoísta de las relaciones
humanas y familiares… También la interpretación religiosa y sus múltiples
efectos sacralizadores y de disciplinamiento social, incluido el incremento de
las donaciones a la Iglesia.
En toda esta historia compleja, el papel más
positivo sería el de quienes optaron por el combate científico, desde los
ilustrados que lucharon contra la viruela mediante la inoculación y
posteriormente la vacuna, a médicos como el doctor Ferrán y su vacuna anticolérica,
a finales del siglo XIX”.
He
aquí algunas de las enfermedades que ocasionaron epidemias y diezmaron las
poblaciones, siendo el siglo XIX el período en que se sucedieron con más
asiduidad:
El cólera: Penetró
en España por el puerto de Vigo, siendo virulentas las epidemias de 1833-1834,
1854-1855, 1865 y 1885 año en que ya se conocía la causa.
La gripe: La
epidemia de 1918-1919 fue la más letal de la historia de la humanidad ya que en
un solo año mató entre 50 y 100 millones de personas.
Fiebre amarilla: En
al año 1821 hubo brotes en las provincias de Alicante, Valencia, Barcelona y
Sevilla, entrando a través de sus puertos.
Difteria: Una
gran epidemia en España entre los años 1879 y 1885.
Sarampión: Varias
epidemias en el último tercio del siglo XIX.
Tuberculosis: A
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX afectaba más a los jóvenes, siendo
vista la muerte en el Romanticismo como una liberación; y el suicidio o el
abandono total hasta contraer la Tisis constituía una meta admitida y deseada.
(Enrique de la Figuera Von Wichmann).
La viruela: Altamente
contagiosa. El último caso conocido en el mundo fue en 1977. La OMS la declaró
extinguida en 1979.
Paludismo (malaria): Actualmente
se producen en el mundo 200 millones de casos anuales.
La peste negra: Se
originó en el siglo XIV (1347 a 1350) y acabó con la mitad de la población de
Europa. Entre 1646 y 1665, la muerte negra amenazó de nuevo.
La
Guerra de La Independencia resultó la más letal de todas las guerras españolas
contemporáneas. La alta mortalidad se debió a las consecuencias de la
contienda: junto a las víctimas directas de la guerra (afectó más a la
población civil que a los combatientes), hizo aparición la hambruna y las
epidemias infecciosas. La peste dejó paso al paludismo y a las plagas de tifus,
fiebre amarilla, cólera; y a brotes de sarampión, viruela, gripe, escarlatina y
difteria (el garrotillo).
En
el fondo del problema subyacía el subdesarrollo económico, el bajo nivel de
vida (problemas alimenticios, ropa, vivienda, mala higiene y pésima salubridad
pública). La esperanza de vida entre 1860 y 1887 era de 29 años, enormemente
inferior a la media europea.
Después
de la guerra contra el francés, cualquier pueblo de España podría estar inmerso
en una epidemia y las autoridades dispusieron que para viajar de un sitio a
otro, las personas se tenían que proveer de un salvoconducto sanitario en el
que se certificara además de la procedencia, el destino y la seguridad de que
el pueblo o villa de origen estaban libres de todo mal infeccioso, además de
que guardaban y vigilaban la admisión de personas originarias de lugares
sospechosos de padecer tales males.
El
documento adjunto es uno de esos certificados emitidos por las autoridades de Villajoyosa
a nombre de un acaudalado ciudadano y su criado para poder viajar hasta
Valencia.
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