2ª PARTE
LVCENTVM XXV, 2006
SOBRE EL NOMBRE DE LA
CIUDAD IBÉRICA Y ROMANA DE VILLAJOYOSA Y LA UBICACIÓN DEL TOPÓNIMO ALONÍS/ALONAI/ALLON
Antonio
Espinosa Ruiz
Área Municipal de
Arqueología, Etnografía y Museos de Villajoyosa
Área de Arqueología,
Universidad de Alicante
En la primera parte de este artículo presento
un resumen del autor en el que revisa la
argumentación que en su día realizó en su Tesis doctoral.
Hasta
1983, cuando Enrique Llobregat acometió por primera vez la elaboración de una hipótesis
argumentada sobre esta cuestión, las distintas propuestas habían sido tan
numerosas como variopintas y, en mayor o menor grado, meramente enunciativas.
Esta falta de argumentación anterior, y la relativa escasez u oscuridad de los
datos arqueológicos, no propiciaba que se suscitara una auténtica polémica
científica, como la actual.
En
nuestra Tesis doctoral (1996) pretendimos analizar la argumentación de
Llobregat, que ubicaba estos topónimos en Santa Pola, y cotejarla con la
realidad arqueológica que, ya entonces, transcurridos casi tres lustros,
apuntaba importantes novedades, elaborando una hipótesis basada en una revisión
completa de las fuentes antiguas y las publicaciones recientes, así como de los
nuevos hallazgos arqueológicos en Villajoyosa.
Intentamos
entonces apoyar esa hipótesis en una nueva argumentación que combinara todos esos
datos, yendo más allá de simples opiniones o juicios a favor de la ubicación de
Alonís, Alonai y Allon aquí o allá.
Hoy,
diez años después, esas novedades se han multiplicado incesantemente, y nos
encontramos en un punto crucial, en el que están saliendo a la luz, por primera
vez, espacios monumentales que podemos adscribir a la ciudad romana. Este
artículo tiene, pues, un cierto aire de caducidad prematura, puesto que no es
descabellado aspirar a disponer, más pronto que tarde –al actual ritmo de
investigación de campo–, de un epígrafe en el que se mencione el ansiado nombre
antiguo de Villajoyosa. No obstante, hemos
creído necesario, como decimos, desempolvar el trabajo que realizamos en la
tesis, la hipótesis que allí expusimos y su argumentación a favor de la
equivalencia Alonís=Allon y su identificación con el núcleo ibérico y romano de
Villajoyosa, revisándola a la luz de las posteriores fuentes bibliográficas y
arqueológicas.
1.
EL NOMBRE DE LA CIUDAD
ROMANA DE VILLAJOYOSA: CINCO SIGLOS DE DEBATE.
Las
propuestas sobre el nombre de la ciudad romana de Villajoyosa han sido variadas
a lo largo de la historia, y no han estado exentas de argumentos filológicos
sin contraste arqueológico (cf. Espinosa, 1998b). El emblema del pasado romano de
la comarca era una construcción que había permanecido siempre visible: la Torre
de Sant Josep, en la partida de Torres de Villajoyosa. Se trata de un monumento
funerario turriforme (el mejor conservado del País Valenciano) de edícula
cerrada, situado a unos 3 Km. al E del casco urbano y a 120 m. de la playa del
Torres, redescubierto y estudiado por Lorenzo Abad y Manuel Bendala (1985).
Eruditos y cronistas quisieron pronto relacionarlo con una importante ciudad, que
conjeturaban ubicada en los alrededores.
Pedro
Antonio Beuter (1538, l. I, cap. 13) propuso que los griegos de la Jonia, en
época colonial, fundaron una urbe a la que, en rememoración de su origen,
llamaron Jona. Esta palabra habría degenerado y se habría convertido,
sucesivamente, en Jonosa y Joiosa. El nombre de la torre antes mencionada
parecía cuadrar perfectamente. Esta hipótesis caló en la erudición local, que
aceptó el gentilicio jonense, carente de la más mínima base histórica, aunque
actualmente consagrado por el uso.
No
menos arbitraria, incluso pintoresca, resulta la interpretación de Rafael Martí
de Viciana (1566, l. 3, 411): «El nombre
de Villajoyosa fue tomado de villa de choças, porque los primeros fundadores
della fueron ciertos pescadores, que hallaron en aquel paraje hauer muy grande
y cierta pesquera: y comenzaron de hazer choças».
El
cronista Gaspar Escolano (1610), que admitía la propuesta de Beuter, fue más
allá, siguiendo a otros autores –como el humanista Juan Lorenzo Palmireno–, al
tiempo que se basaba en argumentos filológicos: de Jonosa derivaría una tal
Honosca que había que situar en el paraje antes mencionado. En realidad Honosca
es una mala lectura de Onusa, población litoral citada por Tito Livio (XXII,
20, 3), cuya localización nos es todavía desconocida (aunque parece claro que
ha de situarse entre Cartagena y Sagunto).
Fue
también G. Escolano (1610 –1879–, vol. 2, 40-41) quien dio la primera noticia
sobre un hallazgo excepcional, que había tenido lugar sesenta y siete años
atrás: la mensa de un macellum con una inscripción frontal conmemorativa de su
reconstrucción (CIL II, 3570), un ejemplar único en el contexto de la epigrafía
hispana (Rabanal y Abascal, 1985, 116-117, nº 62; Corell, 1999, 185-186, nº
106), que supone una prueba destacada de la existencia de un núcleo urbano en
época romana en Villajoyosa. De hecho, un edificio de esta importancia debía
localizarse en el centro de esa ciudad (Alföldy, 2003, 49). Los vagos datos que
proporciona Escolano parecen apuntar a su hallazgo en la partida de Torres,
cerca de la Torre de Sant Josep (Espinosa, 1995 y 1996), pero el hallazgo de
zanjas modernas para extraer sillares de las termas monumentales en curso de
excavación en la C/ Canalejas de Villajoyosa, muy cerca de la muralla
renacentista a la que iban seguramente destinados, podría corresponderse perfectamente
con la mención de Escolano.
Hubo
otras propuestas, como la del historiador Francisco de Diago (1613, t. I,
48-49), que por aquellos mismos años opinó que el nombre antiguo de Villajoyosa
fue otro: Etosca, que es una lectura incorrecta de la Osca de Veleyo Patérculo –la
actual Huesca–, donde murió el general Quinto Sertorio. De ahí la errónea
creencia –extendida todavía hoy entre los vileros–, de que la Torre de Sant
Josep es el sepulcro de este general.
Estos
intentos de identificar el nombre antiguo de Villajoyosa se relacionan con la
necesidad renacentista de clavar en el mapa todos los topónimos disponibles en
la literatura griega y romana. Para ello se utilizó el único argumento disponible,
el puramente filológico, y se dieron como ciertas simples conjeturas carentes
del más mínimo soporte científico, que han arraigado fuertemente en las
creencias populares.
La
Ilustración trajo un espíritu nuevo, más racionalista y crítico, que supuso un
cambio importante en la actitud con la que los estudiosos se acercaban al
conocimiento del pasado. Se buscaba ansiosamente inscripciones en excavaciones o
en los muros de los edificios (cf. Mestre Sanchís, 1981). Entre todas las
personalidades que dio el s. XVIII nos interesa especialmente Antonio de
Valcárcel, Conde de Lumiares, y en particular su principal obra, Inscripciones
y Antigüedades del Reino de Valencia, acabada en 1805, pero no publicada hasta
cincuenta años más tarde (Valcárcel, 1852 –1979–, 98-101, lám. 59-62).
Puedes leer el artículo completo
en: http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/28320/1/Lucentum_25.pdf
Las
fotografías adjuntas corresponden a: La primera y segunda son partes de
calzadas romanas que discurrían junto a villas romanas del municipio de
Allon.1ª en el Xarquet y 2ª en Barberes.
La
tercera fotografía corresponde a los restos arqueológicos de una lavandería
romana ubicada en Plans.
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