El descubrimiento de América en 1492
hizo que España volcase sus esfuerzos hacia el Atlántico. Esto dejó
desprotegidas a las costas valencianas frente a la piratería berberisca. El
problema se agravó a partir de 1516, cuando los hermanos Barbarroja
establecieron su base en Argel.
El
Virrey de Valencia, Duque de Maqueda, intentó poner remedio a la situación
ordenando la construcción de torres vigía a lo largo de la costa. También
publicó las Ordenanzas de la Guarda marítima del Reino de Valencia en 1555. En
ellas se creaban nueve distritos, llamados “partidos” o “Requerimientos”. Uno
de ellos era el de Villajoyosa, del que dependían las costas de la comarca de
la Marina Baja. Los inspectores reales del castillo de Villajoyosa, el
Requeridor y su superior, el Veedor General, controlaban los otros dos
castillos y siete torres vigía de su distrito.
La
función de estas torres era avistar navíos enemigos cuando todavía estaban
lejos de la costa, y dar la alarma con fuego y humo para permitir a los vecinos
organizar la defensa con tiempo y eliminar la sorpresa. El objetivo principal
de los piratas era el secuestro de personas para pedir un rescate o venderlas
como esclavos en el norte de África. Las torres se construían siempre en un
saliente de la costa, a la vista de la torre anterior y de la posterior, y a
una distancia entre sí de alrededor de una legua, es decir, una hora a pie. La
mayoría eran de planta cuadrada o circular. Las cuadradas eran más antiguas.
Esta se puede fechar en torno a 1525. Las de planta circular, como la del
Charco, también en Villajoyosa, se construyeron normalmente algo después, en la
segunda mitad del siglo XVI. El cuerpo inferior era generalmente macizo y en
talud, para darles más base y resistir los impactos. El cuerpo superior era
vertical.
La torre del
Aguiló tenía en su interior una cámara cubierta con bóveda de cañón (es decir,
semicircular) y sobre ella una terraza. La puerta, en la cara que miraba a
tierra, estaba a considerable altura del suelo, y sólo se podía acceder por una
escalera desplegable. Esta torre, como otras antiguas, tiene un parapeto
saliente, llamado “matacán” para defender la cara que mira al mar. También
apreciamos unas ventanas llamadas “saeteras” en las otras tres caras, unas a la
altura de la cámara y otras para disparar desde la terraza. Todos estos
elementos están realizados en sillería, o piedra tallada, pero el resto de la
torre es de mampostería, es decir, simples piedras unidas con mortero de cal. En la cámara interior se guardaba comida
y munición, y se podía subir a la terraza por una trampilla.
Los atalayas
eran los soldados encargados de hacer las guardias en las torres. Los
atalladores eran guardas a caballo que debían inspeccionar algunos puntos de la
costa en los que podía esconderse un barco corsario. Hacían misiones de
descubierta al amanecer y regresaban a informar a la torre.
En el siglo XIX,
una vez acabada la piratería, el cuerpo de Carabineros, dedicado a combatir el
contrabando, ocupó la torre y abrió una gran puerta en la cara orientada al
mar, bajo el matacán.
Hoy la torre del
Aguiló es testimonio de una época marcada por los corsarios.
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