El Dr. José María Esquerdo y Zaragoza (Villajoyosa
1842- Madrid 1912) fundó en 1877 el Sanatorio Esquerdo de Carabanchel, hospital
psiquiátrico que hoy en día continúa en funcionamiento. El Sanatorio fue un
proyecto personal y un negocio familiar que emprendió de la mano de su sobrino
Santiago Esquerdo, con quien trabajó codo con codo, bajo el único criterio de
ofrecer un trato humano a los pacientes.
El "Manicomio de Carabanchel"
estaba compuesto por varios pabellones rodeados de jardines en los que los
enfermos podían experimentar la libertad sin dejar de ser atendidos y tratados
de sus desequilibrios. Gran parte del personal trabajador, incluido el doctor
Esquerdo y su familia, vivían en esa especie de comunidad autosuficiente que se
abastecía gracias a sus huertas y granjas.
El Doctor construyó en su sanatorio un
teatro donde tenían lugar representaciones en las que participaban
conjuntamente el personal trabajador, los enfermos y sus familiares. Estaba
plenamente convencido del beneficio terapéutico de la sensación de libertad y
el buen clima y con este criterio abrió una sucursal del manicomio de
Carabanchel en la playa del Paraíso en Villajoyosa.
Allí llevaba a los enfermos a pasar
largas temporadas cerca del mar, lo que le permitió explorar los efectos de los
contrastes geográficos y climáticos sobre sus pacientes ya que el tratamiento
natural y libre experimentado en El Paraíso de Villajoyosa fue revolucionario
en su momento.
A su muerte, en 1912, dos de sus hijos
y su yerno -don Vicente Álvarez Villamil-, todos ellos médicos, continuaron la
labor del doctor Esquerdo. Después de la Guerra Civil, la familia, forzada por
la circunstancias, apenas pudo mantener una presencia minoritaria como
accionista de la nueva “Sociedad Sanatorio Esquerdo S.A.” que pasó a ser
dirigida por Juan José López Ibor.
En el
capítulo IV del libro “De Carabanchel al
Paraíso (Recuerdos de un manicomio)”, sus autores, dos médicos amigos del
Dr. Esquerdo, invitados por éste a visitar Villajoyosa y su manicomio del
Paraíso, describen al edificio que albergaba el sanatorio del pueblo natal del
famoso psiquiatra.
--“Hagamos alto y
observemos primero aquel edificio que luce dos torreones almenados en su
fachada principal. Es una construcción anómala, trasunto de hotel y de
castillo, donde todo orden y estilo arquitectónico conocidos han declinado sus
reglas ante el gusto y el capricho de su propietario. Tiene ventanas terminadas
en ángulo agudo, una puerta con arco ojival rebajado, una escalera exterior,
crestería almenada por todas partes... una construcción, en fin, que recuerda
otras muchas igualmente abigarradas que se ven en Pau, en las riberas de los
pintorescos lagos de Suiza y de Italia, en las estaciones aristocráticas del golfo de Génova… Esta posesión, con los
terrenos que la rodean, se lIama el Paraíso; es como una sucursal del manicomio
de Carabanchel, y pertenece al que es director y propietario del referido establecimiento,
al Dr. D. José María Esquerdo”.
--“¡EI Paraíso! Realmente, es
lujoso y tentador. A la derecha, dos inmensidades que se contemplan mutuamente
y se admiran, como diría Alarcón, el mar Mediterráneo, que luce aquí en toda la
intensidad posible el incomparable azul
de sus ondas, y el espacio que, envidioso, pide a sus capas de aire el azul más
lindo de sus cielos meridionales, y pinta con él la bóveda celeste. La costa,
grande y amarillenta, -- a trechos de acantiladas rompientes donde el mar abofetea
sin descanso, y a trechos de agradables
playas donde las olas tienden suaves sobre la arena los finísimos encajes de
espuma con que adorna sus orillas—forma un golfo, uno de cuyos cabos, el más
lejano, exhibe arrogante la silueta del castillo de Santa Bárbara que domina la
capital alicantina; y el otro, que se ve ahí, muy cerca, la Mallaeta, sirve
también de extremo a la espaciosa playa que hace frente al edificio y dista de
él menos de 200 pasos”.
--“…dos anchos paseos sombreados
por apretadas palmeras: aquí variedad de árboles, como los naranjos, granados,
limoneros, almendros, melocotoneros, higueras, plátanos, alberchigueros, alzan
sus frondosas copas sobre un suelo alfombrado con los habares, bellos por su
espesura y su fuerte verdor, los guisantales, que engalanan sus hojas con una
lluvia de pintadas florecitas; el melonar, que arrastra las hojas anchas y los
largos tallos, como si buscaran sitio donde desarrollar dignamente su carnoso y
rico fruto, … y otras muchas siembras semejantes. Y si, entre todo esto y en
derredor de la construcción principal, se consideran desparramados, por aquí
una noria, por allá una torre, más abajo una casita, enfrente otro pabellón,
sobre la arena una lancha, por otro lado un grande aljibe, y junto a él un
puente de piedra…”.
--“La vida reposada del campo se
disfruta aquí en todo su desarrollo”. “…aquí solo se respira ese soplo, alegre
y melancólico a un mismo tiempo y a la par sencillo y solemne, que irradian las
grandezas de la Creación cuando se presentan
con toda la mayor dulzura y amenidad posibles”.
--“…el perfume
de mil plantas como el tomillo y el romero, Ia salvia y el cantueso que exhalan
el valle y la sierra, y el azahar de los naranjos que rodean el
establecimiento”.
--“Un torrente
que, saltando de roca en roca, forma muchísimas cascadas y se bate con el aire
sin cesar, suministra el agua a esta propiedad durante épocas determinadas del
año, de grande bondad, fresca, cristalina, agradable al gusto y en cantidad
suficiente para el consumo de seis u ocho años”.
Fuentes:
Ministerio
de Educación, Cultura y Deporte. Archivo Histórico de la Fundación Esquerdo.
“De
Carabanchel al Paraíso. (Recuerdos de un manicomio)” de Ángel Pulido Fernández y
Manuel Tolosa Latour. Madrid, imprenta de Enrique Teodoro. Año 1882.
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