El patrimonio
intangible e inmaterial de los pueblos
La historia de los pueblos no solo se conoce por los
vestigios materiales que van dejando sus pobladores. Una parte muy importante
de la historia de los pueblos la van proporcionando las personas mayores o de
avanzada edad a través de sus relatos, sus escritos, las narraciones de sus
vivencias y sus experiencias vividas a través de los años.
Algunos museos como el de Villajoyosa, han incorporado a sus
archivos, diversas entrevistas y conversaciones realizadas por técnicos de sus
departamentos con personas mayores y por lo tanto de gran experiencia vivida.
Los relatos de estas personas son patrimonio intangible y por tanto una
herramienta fundamental y valiosísima para conocer la historia del pueblo.
Mª Jesús Marí Molina. Técnica de Etnografía del Àrea
de Arqueología, Etnografía y Museos del Ayuntamiento de Villajoyosa en su
trabajo “Los Proyectos de Investigación Etnográfica en el Museo Municipal de
Villajoyosa: Metodología y Resultados”, nos habla sobre la importancia de todo
el conocimiento, tanto material como inmaterial: “…recoger toda la información posible sobre el legado cultural que
representan todos los conocimientos sobre sus propias normas, creencias,
valores, tradiciones, leyendas, refranes, personajes ilustres, oficios
tradicionales, oficios relacionados con la mar, etc.”
La importancia de conocer y guardar la memoria histórica como
patrimonio inmaterial de los pueblos de nuestra comarca tal como son los relatos
de sus gentes, me estimula a escribir sobre ello y comenzaré con la narración que
el relleuero Hernando Seguí hace de algunos de sus recuerdos sobre la vida
dominical en los años 50 del pasado siglo en su pueblo. Relleu.
“Los
domingos de Relleu, años 50”
1ª parte
1ª parte
Emigré con mis padres a Argelia
cuando tenía tres años, lo contaré después, muchos tramos del viaje se me
quedaron en la memoria como fotos fijas. Este acontecimiento me sirve de
referencia para llegar a la conclusión de que mis primeros recuerdos deben situarse próximos a los dos añitos.
En Relleu, las actividades que hacían
del domingo un día especial eran la misa y el cine. A misa iban más bien las mujeres, pero al cine era
diferente. A partir de las ocho de la tarde, las calles parecían las de un
pueblo abandonado. Acudían a ver la película gente de todas las edades, solos o en parejas, tanto
los novios como los casados, sin olvidar a los niños que eran el perejil de
todas las salsas. A estos les reservaban las cuatro primeras filas; como
pagaban media entrada, en un principio se sentaban en el suelo y el aposentador
los organizaba como podía; cuando se cansaban de mantener una postura cambiaban, causándose
molestias unos a otros, protestando en voz alta, y montando una
algarabía que a su vez provocaba la reacción de los mayores para terminar con
la intervención del dueño que hacía tronar los altavoces con gran autoridad. Lo llamaban “El Carajo”, era
nacido en Relleu y su familia emigró a Argentina a principios de siglo, él
había regresado en el 45 e invirtió parte de sus ahorros en aquel negocio.
Antiguo cine "Buenos Aires" de Relleu
Los que son un poco mayores que yo se
acordarán de cuando dos niños la emprendieron a bofetadas porque no conseguían
ponerse cómodos, intervinieron los padres, lo que dio lugar a una pelea a mamporro
limpio; eran dos hombres fornidos y nadie quiso acercarse a separarlos después
de que lo intentara el aposentador al que se le propinó un codazo de forma
involuntaria que le hizo sangrar a
chorros por la nariz.
Cine España de Bollullos.httpotrasrutas-malatao.blogspot.com.es201107cine-espana.html
“El Carajo” intentó parar la pelea desde la caseta de proyección
a través del micrófono, al principio con buenas palabras, pero al no conseguir
nada se enfadó y gritó: “¿Vais a parar con las hostias?, me cago en
Dios”. El cine entero se quedó paralizado como los actores en la
pantalla cuando se rompía el proyector, (que era cada diez minutos). La tía Batana, que sabía de qué hablaba, aseguró que
en aquella frase había al menos tres pecados. Don Marcos, el cura, era titular
de una butaca situada en la última fila, al lado mismo de la puerta de salida. Todos en el patio de butacas vieron cómo abandonaba la sala y la forma en que lo
hizo. La gente presagiaba que nada favorecía al blasfemo. Aquella misma noche
el cura fue a cenar a casa del pecador y debió cantarle las cuarenta con el as,
porque hasta pasada la una de la madrugada no regresó a la casa parroquial.
Ramón Buenhombre, que a esas horas se sentaba en el portal de su casa a fumar el último cigarrillo tomando el
fresco, lo vio pasar y aseguró que no andaba recto, pero ¿quién se iba a creer
las maledicencias de un ateo que no iba a misa ni el día de la Mare de Deu?
Cartelera publicitaria de cine
El domingo siguiente la iglesia estaba llena y había muchos
feligreses amontonados en el portal. El sermón venía a ser, habitualmente, una anestesia de
cuerpo entero. Menos hacerle caso al cura, cualquier cosa: Los niños exhibían
entre ellos nuevas posibilidades con los juegos de manos, los hombres se distraían
pensando en sus cosas y las mujeres consideraban ese tostón un sacrificio para
las misiones. Pero aquel día el sermón era el acontecimiento más esperado.
_
“Amadísimos hermanos, queréis que diga,
lo sé, si esos dos bestias de Rafel el tort y Paco el dels gossos, han añadido
al dolor de la Mare de Deu la angustia de ver a dos hijos del pueblo de Relleu
peleando como fieras”; los aludidos, que estaban sentados en la segunda
fila hombro con hombro, agacharon la cabeza. Se oyó un prolongado cuchicheo y los que estaban
más atrás se levantaron para intentar verles.
Fachada actual de la iglesia y campanario de Relleu
_”La penitencia que este siervo del señor les ha infringido secará
algunas lágrimas de la Santísima Virgen, pero sólo si va acompañada de un voto
con la renuncia firme a repartirse leña”. Fue entonces cuando los dos púgiles
se fundieron en un abrazo. Lo que antes habían sido cuchicheos ahora era un murmullo generalizado, la
iglesia se había puesto en pie y hasta arrancaron a aplaudir algunos jóvenes
que venían de las masías y carecían totalmente de experiencia. Los más duchos
en las reglas del protocolo pidieron
silencio con gestos de sus manos
extendidas en un repetido movimiento de arriba hacia abajo. El cura pudo
continuar el sermón.
_”Muchos de los que estáis hoy aquí,
por no decir todos, pudisteis escuchar
el domingo pasado en el cine, a través de los altavoces, unas palabras
que, aunque venial, considero pecado”. ¡A esto habían venido! ¡Ahora
llegaba lo bueno! Las orejas se pusieron tiesas
_”Todos escuchasteis las palabras “Me encargo de decírselo a Dios”. Volvieron los cuchicheos. ¿Eso dijo? A mí me pareció
oir: me cago en… chttttt lo que vas a decir es pecado mortal. Se calmaron los
comentarios y continuó el sermón
_”Dios es omnipresente y no ignora ninguno de
nuestros actos; no saberlo es pecado. Contarle a Dios los pecados de otros es soberbia.
En consecuencia la penitencia que
cumplirá quien pronunció esas palabras irreflexivas es que en el cine se
tendrán que poner sillas para que los críos
no tengan que arrastrar el culo por el suelo”.
“El Carajo” cumplió; se pusieron tres
hileras de sillas plegables unidas por un madero y hubo más quietud. Mucho
tiempo después de aquel episodio la tía Batana seguía preguntándose si lo que le había parecido oir en el
cine no había sido una mala jugada del
maligno.
(El relato continuará en la 2ª parte...)
(El relato continuará en la 2ª parte...)
Se
autoriza la reproducción de la información contenida en esta
publicación, siempre que las fuentes sean citadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario