Captura y fusilamiento
El alcalde de Relleu dispuso que una
porción de paisanos armados emprendiesen la persecución de aquellos
desgraciados, que al parecer llevaban la dirección de Sella.
Pastor y Roca, en su Historia de Alicante, y en una nota a la página 298,
dice lo siguiente refiriéndose a este alcalde:
Llamábase D. Antonio Cerdán (debe ser Cerdá), que
acababa de ser nombrado alcalde de dicho pueblo por D. Juan Thous, comisionado
arbitrario al efecto. La historia debe tener un interés particular en conocer
el nombre de este sujeto.
Serían como las diez de la mañana cuando se oyeron
algunos tiros y gritos de “¡Ahí va Boné!” por la parte de Sella y camino
procedente de Relleu, y es que desde aquel pueblo les vieron venir formando un
grupo, unos a caballo y otros a pie, perseguidos por una canalla que les
acosaba de cerca arrojándoles piedras y disparándoles tiros sin compasión. Al
mismo tiempo, el alcalde de Sella, José Ramón, hechura de D. Juan Thous (según dice Pastor, lugar ya dicho); y
dos hijos suyos, Antonio y José Ferrer Boades, acudieron armados a la entrada
del pueblo con el fin de secundar la persecución de que eran objeto por parte
de los de Relleu.
Zona por la que llegaron a Sella los militares perseguidos
Empezaron los que los perseguían a disparar contra
ellos, cayendo heridos los fugitivos D. Manuel Zamora y D. Pedro Menor, éste de
muerte, por lo que tuvieron que abandonar el camino de Sella, tomando una
trocha que conducía a las huertas. Estaban las tropas que habían salido en su
persecución cerca de ellos, y viendo Boné a un labrador vecino de Sella,
llamado Tomás García Boades, se amparó a él pidiéndole protección, temeroso de
ser asesinado por los paisanos que le perseguían. Mandó el alcalde que le entregara
a Boné, lo cual se verificó, y escoltado por dicha autoridad, sus dos hijos,
los del alcalde y varios paisanos, condujeron a Boné prisionero a Sella.
El herido, Pedro Menor, al llegar a Sella falleció; era
capitán e hijo de Villena; su asesino (según
Pastor y Roca, lugar ya citado), fue un presidiario natural de Relleu,
llamado Salvador Morales. Fueron habidos también y hechos prisioneros en Sella
los demás compañeros de Boné, los carabineros Joaquín Valero, Antonio Béjar y
Diego Forner, el nacional de Valencia Manuel Zamora, y el capitán de reemplazo
D. Gregorio Sabio, quien oculto en una cueva fue delatado por un muchacho de
Sella llamado Camilo Cerdá.
Fueron trasladados a Relleu y pernoctaron allí hasta
el día siguiente, en que fueron debidamente custodiados y trasladados al cuartel
general de Alicante, adonde llegaron en la tarde del día 7 de marzo. Los demás
comprometidos fueron presos en Alicante, y algunos de ellos, como D. Ignacio
Paulino Miquel y Urrios, que estaba ya a salvo en Villajoyosa, quiso
presentarse, como así lo hizo, llevado del exceso de su valor y de su honradez,
para que no se le atribuyese que se separaba de sus compañeros en aquel momento
crítico, cuya suerte quería seguir. Así pensaban y obraban los que Roncali
calificaba de heces de la sociedad.
Un alicantino ilustre, D. José Pastor y Roca, en su Historia general de la
ciudad y castillo de Alicante, escrita en 1854, en sus páginas 322 a 325,
describe de este modo aquella triste escena:
“Eran las siete de la mañana, y las
tropas liberticidas se tendían formadas en el malecón. Este era el teatro donde
debía representarse realmente la última escena del drama, el asesinato y el
martirio. El aspecto del soldado era triste, y revelaba su fisonomía rasgos
visibles de una repugnante amargura lúgubremente marcada, que contrastaba
notablemente con la dureza del general Roncali”.
“No es extraño, aquellos soldados eran hijos
natos del verdadero pueblo, donde se ha de buscar un rasgo de virtud y heroísmo
en tal caso. Al punto un rumor sombrío se dejó oír y una palabra misteriosa
corría horriblemente de boca en boca. Eran veinticuatro jefes del
pronunciamiento que se acababan de extraer de las cárceles y que caminaban al
malecón, como las ovejas son conducidas al matadero para ser inmoladas y
desolladas”.
“Venían escoltados cada uno por diez
soldados y un oficial. Al frente de todos iba D. Pantaleón Boné, altivo, sereno
y luciendo en su mirada una arrogancia y disposición de ánimo dignos de tiempos
caballerescos de esta nación belicosa: vestían todos con mucho aseo, fumando
tranquilamente y dirigiendo a todas partes cordiales saludos de despedida.
Aquello era horrible y repugnante, último esfuerzo del corazón que se revestía
de todas las galas de la ironía de la muerte, y en ello arrojaba un elocuente
insulto a la faz de Roncali, que sombrío, ceñudo y amenazador, contemplaba el
cuadro con la bárbara complacencia de un triunfo bastardo”.
“Boné quiso entregar, a su tránsito,
su gorra con galón de plata a un paisano suyo que distinguió entre la
muchedumbre; pero el oficial que le custodiaba no lo permitió, al paso que hizo
correr la orden a los de su clase que repeliesen a una distancia convenida al
paisanaje, que en virtud de aquella, sufrió verdaderas tropelías, no
permitiéndosele que se satisficiese una curiosidad bien amarga por cierto”.
“La población se agolpaba en los
balcones, movida de un instinto de curiosidad: ¡Ay! Querían despedirse al
menos, con una mirada de tierna inteligencia de sus hijos, de sus padres acaso,
de sus esposos o amigos que marchaban a la muerte”.
“Era un prodigio del orgullo español
observar a aquellos desdichados jóvenes todavía en su mayor parte, y que iban
serenos al suplicio, dirigiendo a todas partes miradas, bien que a su pesar,
expresivas y dolorosas, aunque disfrazadas por una indiferencia aparente;
miradas supremas con que se despedían de sus más caros objetos. ¡Ay! Todos
dejaban una esposa, unos hijos, una familia, acaso abandonados a la miseria y a
la orfandad”.
“Un silencio profundo envolvía aquel
cuadro funeral, del que los sollozos mal reprimidos bajo un estoicismo eran el
único móvil: el paso grave y monótono de los soldados, las imprecaciones
tácitas del pueblo tan brutalmente comprimido, el formidable aparato de fuerza
con que se pretendía sofocar la existencia de la población rechazada por las
bayonetas, formaban un conjunto de horrorosa desesperación en aquella hora
tremenda que iba a decidir el desenlace de la jornada”.
“Llegados al malecón, los
desdichados fueron colocados de frente al mar para ser fusilados por la espalda;
en vano protestaron que no morían por traidores, e insistieron en que se les
fusilase de frente. No se les oyó: la inflexibilidad del vencedor se había
declarado inexorable, llevando hasta el extremo la rigidez de la ley”.
“Y entonces, en aquel momento
solemne de agonía, muchos de ellos, estimulados por el animoso Boné, exclamaron
un grito entusiasta y uniforme de ¡Viva la Constitución!”
“La formidable voz del general
Roncali se apresuró a cortar la exclamación con un ¡Viva la Reina!”
“La voz del déspota, que era la
iniciativa convenida de antemano para la orden de “¡Fuego!”, fue acompañada de
cierta señal de inteligencia que comprendió al punto el jefe que mandaba el
piquete asesino. Una descarga corrida sonó al punto, arrollando en un
torbellino de negro humo aquellas voces; al estampido de la detonación sucedió
un espantoso alarido uniforme que parecía su mismo eco lúgubre y homicida; y
luego nada, veinticuatro cadáveres rodaban palpitantes por el ensangrentado
suelo”.
Grabado de los fusilamientos
Entre los
veinticuatro fusilados en el malecón de Alicante se encontraban dos valientes
de nuestra comarca:
D. Vicente
Linares Ortuño, Comandante de Nacionales de Finestrat y
D. Ignacio
Paulino Miquel y Urrios, Abogado, Capitán de Nacionales de Villajoyosa.
La historia ha legado y trasmitido a la posteridad los
nombres de aquellos que Roncali calificaba heces de la sociedad, rechazando con
indignación este calificativo, y honrándoles con el nombre de “Mártires de la
Libertad”; y el pueblo de Alicante, dando este mismo nombre al paseo que les
dedicó desde un principio, el antiguo Malecón, y hoy Explanada, donde se
derramó la sangre inocente de veinticuatro víctimas, defensores acérrimos de la
libertad y de su Reina, como lo demostraron en sus escritos, en sus palabras,
en todos sus actos.
Actual panteón en el cementerio de Alicante de los fusilados en el malecón.
Bibliografía:
--Asociación Cultural Alicante Vivo (5 diciembre de 2007 y 15 de agosto de
2010). http://www.alicantevivo.org/2010/08/martires-de-la-historia-nueva-campana.html
--MARTÍ MIQUEL, Ignacio: Historia de Villajoyosa,
manuscrito original conservado en el Museu de la Vila Joiosa, escrito en 1877 y
corregido y ampliado entre 1919 y 1922 por el autor. Ayuntamiento de
Villajoyosa. Serie Edicions digitals del Museu de la Vila, 1 (separata del
capítulo XI). Accesible en www.villajoyosa.com
y www.museusdelavilajoiosa.com
. Edición y transcripción de Francisco Martínez Zaragoza y Antonio Espinosa
Ruiz. Vila Joiosa, febrer de 2011.
Fotografías y grabados:
--Asociación Cultural Alicante Vivo.
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