La cuarta jornada la dedicamos a la aclimatación pero no por
ello la pasamos haciendo compras en plan turismo. Desde Namche Bazar a 3440 m.
realizamos una subida hasta el hotel japonés que se encuentra a 3880 m. de
altura para volver al punto de partida. Dicen que es conveniente para la
adaptación a la altura que después de una subida se debe de pernoctar en un
punto más bajo. Si lo dicen, así será.
Con un trabajador de la piedra de Namche Bazar
Después de desayunar y dar un tiempo para las necesidades
personales, salimos sobre las 8 de la mañana. El día era claro, sin nubes, el
paisaje por los cuatro puntos cardinales era estupendo. Pasamos por varias
calles empedradas y escalonadas sin que ninguna siguiera norma urbanística ni
lógica alguna. Los estimados y apreciados excrementos de los yaks proliferaban
por doquier y también los de caballo y mulos, ya que estos últimos eran
utilizados como fertilizante para enriquecer la pobre tierra de cultivo (muy
arenisca) y aún así las pocas verduras que se veían cultivadas eran muy
exiguas.
Una nativa de las montañas himalayas
Después de 15 minutos llegamos a un cruce de senderos en una
de las partes más altas del pueblo. Unos minutos de descanso, quitarnos guantes
y alguna pieza de abrigo y hacer girar el gran rodillo religioso que guardaba
esa entrada-salida del pueblo.
Comenzamos la subida. No sé el porcentaje de desnivel de la
dichosa pendiente, pero seguro que es de más del 30%. El jadeo no se hizo
esperar, me faltaba el aire, o mejor, el oxígeno. Dichosa rampa, no se acababa
nunca.
Namche Bazar rodeado de montañas
Después de más de dos horas, exhausto, llegamos al hotel
japonés, precioso. El recorrido total podrían ser unos dos km. y medio por lo
que podéis imaginaros cómo es la pesada subidita.
El grupo, en la terraza del hotel Everest View
Nos sentamos en una terraza exterior muy soleada. Nos
trajeron un té y lo degustamos al mismo tiempo que admirábamos algunos picos
nevados que había en rededor. Me encontraba muy cansado y cuando nuestro jefe
de expedición dijo que íbamos a realizar un gran descenso hasta un colegio que
fue muy afectado por el terremoto del pasado año, le dije: “¿Supongo que
después tendremos que deshacer lo caminado volviendo a subir por ese gran
desnivel?” “Si” –me respondió- “Pues yo no voy” ”Prefiero volver al refugio y
descansar” “Ya he subido hasta aquí y le he ganado casi medio km. a las
montañas, que es de lo que se trataba” –le dije-.
Desde la terraza del hotel Everest View. Foto de Oleg Dubinets
“Vale Paco, efectivamente de lo que hoy se trata es de ganar
metros a la montaña para aclimatarnos y volver a bajar al punto de partida”
“Que un guía te acompañe y os bajáis hasta el pueblo”.
Uno de los picos que nos rodeaban
Así lo hice. Mientras ellos iniciaban el descenso hacia la
parte opuesta, yo, junto con un guía volvía tras mis pasos e inicié el descenso
hacia Namche Bazar. La bajada era muy dura por la pendiente, más que pendiente
parecía un barranco, se me hizo interminable. Creo que comenzaba a notar el
bajón físico, seguramente porque ya llevaba unos días sin poder dormir.
Se aprecia el desnivel después de 15 min. de subida
Llegamos al refugio-hotel y directamente me metí en la cama,
aunque seguía sin poder dormir, descansé un poquito. Lo necesitaba. Llegó el
resto del grupo y me llamaron para comer. Bajé al comedor e intenté comer algo,
pero solo pude tragar un poco de sopa de ajo.
El pico Ama Dablam
Después de comer fuimos al monasterio para ver rezar a los
monjes pero aún no estaban en sus lugares de rezo y decidimos ir a dar un paseo
por el pueblo y tomar un té con algún dulce. Así lo hicimos. También aproveché
para comprarme un plumífero, ya que por las calles hacía frío y solo tenía la
ropa de marcha. Creo que hice una buena compra.
Monasterio de Namche. www.miguelenruta.com
Volvimos al monasterio y entramos en la sala de rezo. Nos
sentamos y enseguida nos ofrecieron un té, cosa que tomamos. Al poco rato nos
ofrecieron un sándwich y pastas. El murmullo de todos esos monjes daba a la
sala un ambiente “gregoriano”. Vimos a una persona que se iba presentando a
cada uno de los monjes, interrumpía su rezo, llevaba un fajo de billetes en su
mano izquierda y después de decir unas palabras al monje de turno, les daba un
par de billetes que éstos guardaban en su faltriquera.
Monasterio de Namche Bazar. gmpatapumparriba.blogspot.com
Antes de irnos tuvimos
que ir al centro de la sala donde estaba la imagen de Buda con una gran vasija
o ensaladera delante, llena de billetes y después de una pequeña inclinación
con las palmas de las manos juntas, depositamos en la dichosa ensaladera unos
billetes cada uno. Un gran montón de billetes pero de poco valor al cambio en
euros (un billete de 100 rupias son 80 céntimos de euro).
Volvimos a dar otro paseo por el pueblo y vuelta al refugio
para cenar y después otra partida de “sexillo”. Pronto a la cama porque al día
siguiente nos esperaba otra dura jornada.
Las vistas compensan el esfuerzo
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