miércoles, 15 de junio de 2016

En el interior de un inmenso glaciar. Desafío Nepal (Mi experiencia) 8

Comenzamos la octava jornada muy temprano ya que la expedición tenía que subir a Gokyo Ri, un pico de una altura de 5.360 metros que estaba allí mismo junto al lago y volver al punto de salida.
Cuando vi la senda dibujada por la montaña y que me pareció un dibujo en una pared, por lo vertical, le dije al jefe de expedición que yo no subía allí. Que me daría un paseo por los alrededores del lago y esperaría la vuelta del grupo. Así lo hice. Me di un paseo por una senda que discurría junto al lago y a pocos metros del agua. En las rocas había pequeños témpanos de hielo que comenzaban a gotear y me senté en un saliente para admirar lo que la naturaleza nos regala. No estuve demasiado tiempo.

                                                Gokyo y su lago desde lo alto de uno de los flancos del glaciar

No fui el único que no acompañó a los demás compañeros en la subida al Gokyo Ri. Nuestra compañera Belén, afectada también del mal de altura, pasó una mala noche y estuvo vomitando en varias ocasiones. Fernando, su marido, si que salió con los demás. Vicente, nuestro jefe, consideró que la situación de Belén requería ser trasladada en helicóptero al hospital y se quedó para realizar todas las gestiones oportunas, vía telefónica, con Dawa, el organizador nepalí que desde la capital, Katmandú, se encargaba de avisar y prepararlo todo.

                                             El glaciar Ngozumba

De regreso al refugio vi que alguien bajaba por la montaña de Gokyo Ri y me pareció Fernando, como así fue, muy acelerado llegó al albergue, donde con todo preparado le esperaba Vicente con Belén. De repente vimos que un helicóptero se acercaba y rápidamente comenzaron a descender hacia el pequeño círculo de piedras blancas que se halla en el mismo cauce del agua que surte al lago y que sirve para que el aparato se pose.

                                  El grupo se despide de nuestra compañera Belén y de Fernando, su marido.
 
En ese momento, los demás miembros de la expedición llegaron al lugar del aterrizaje, necesariamente tenían que pasar por allí. Esperaron la llegada del matrimonio y acompañantes (llevaban sus enseres) que saltando de piedra en piedra cruzaron el riachuelo hasta llegar junto al helicóptero que ya se había posado. Nos despedimos de ellos con tristeza y esperamos en el lugar hasta que desaparecieron por encima del lago.

                                                  El helicóptero levanta el vuelo llevando a Belén y Fernando

Volvimos al albergue y nos dispusimos a comer, es un decir porque yo no comía nada. Un rato después nos pusimos en camino hacia Dragnag.
En unos 20 minutos estábamos en un lateral del glaciar y se divisaban nuestros sherpas caminando por su interior. Era evidente que íbamos a cruzarlo. Dentro del glaciar no hay tierra, solo piedras de todos los tamaños, rocas inmensas, muchos agujeros y muchas lagunas con agua y con témpanos y bloques de hielo. 

                                                                  Llegando a las laderas del glaciar

En mi escrito de la jornada anterior dije que su anchura era de más de un kilómetro. A mí me parecieron más porque tardamos más de hora y media en cruzarlo. He visto alguna fotografía con gente cruzándolo y parecen hormiguitas dentro de su magnitud.

                                                             Dos horas para cruzar el glaciar Ngozumba

Después de traspasado el glaciar, la ruta no se hizo pesada, dos o tres km. antes de llegar a nuestro punto de destino, Dragnag, se puso a nevar y personalmente gocé caminando bajo la nieve. Alguna subida y bajada no muy pronunciadas pero terminamos a 90 m. de altura menos que el lugar desde donde veníamos. 

                                    La nevada nos pilló de camino a Dragnag

Nos acomodamos en el salón calentito por la estufa alimentada con excrementos secos de yak y por las cristaleras veíamos caer los copos de nieve que dejaban un blanco manto no solo en el suelo sino también encima de los bóvidos que alrededor del refugio campaban a sus anchas.
Oscureció pronto y en espera de la hora de la cena, como casi siempre, compramos la correspondiente tarjeta con la contraseña para poder acceder al wiffi y de esa forma contactar con nuestras familias y personas allegadas. En esa ocasión y en ese lugar tan inhóspito y alejado de la civilización, me aceptaron la tarjeta de crédito ¡En medio del Himalaya y a casi cinco mil metros de altura!

                                     Después de instalados continuaba nevando

Pronto nos retiramos a descansar porque al día siguiente nos esperaba la jornada más dura con más de diez horas de camino por delante y muchas de ellas atravesando por zonas nevadas y con hielo.

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