Comenzamos la octava jornada muy temprano ya que la
expedición tenía que subir a Gokyo Ri, un pico de una altura de 5.360 metros
que estaba allí mismo junto al lago y volver al punto de salida.
Cuando vi la senda dibujada por la montaña y que me pareció
un dibujo en una pared, por lo vertical, le dije al jefe de expedición que yo
no subía allí. Que me daría un paseo por los alrededores del lago y esperaría
la vuelta del grupo. Así lo hice. Me di un paseo por una senda que discurría
junto al lago y a pocos metros del agua. En las rocas había pequeños témpanos
de hielo que comenzaban a gotear y me senté en un saliente para admirar lo que
la naturaleza nos regala. No estuve demasiado tiempo.
Gokyo y su lago desde lo alto de uno de los flancos del glaciar
No fui el único que no acompañó a los demás compañeros en la
subida al Gokyo Ri. Nuestra compañera Belén, afectada también del mal de
altura, pasó una mala noche y estuvo vomitando en varias ocasiones. Fernando,
su marido, si que salió con los demás. Vicente, nuestro jefe, consideró que la
situación de Belén requería ser trasladada en helicóptero al hospital y se
quedó para realizar todas las gestiones oportunas, vía telefónica, con Dawa, el
organizador nepalí que desde la capital, Katmandú, se encargaba de avisar y
prepararlo todo.
El glaciar Ngozumba
De regreso al refugio vi que alguien bajaba por la montaña de
Gokyo Ri y me pareció Fernando, como así fue, muy acelerado llegó al albergue,
donde con todo preparado le esperaba Vicente con Belén. De repente vimos que un
helicóptero se acercaba y rápidamente comenzaron a descender hacia el pequeño
círculo de piedras blancas que se halla en el mismo cauce del agua que surte al
lago y que sirve para que el aparato se pose.
El grupo se despide de nuestra compañera Belén y de Fernando, su marido.
En ese momento, los demás miembros de la expedición llegaron
al lugar del aterrizaje, necesariamente tenían que pasar por allí. Esperaron la
llegada del matrimonio y acompañantes (llevaban sus enseres) que saltando de
piedra en piedra cruzaron el riachuelo hasta llegar junto al helicóptero que ya
se había posado. Nos despedimos de ellos con tristeza y esperamos en el lugar
hasta que desaparecieron por encima del lago.
El helicóptero levanta el vuelo llevando a Belén y Fernando
Volvimos al albergue y nos dispusimos a comer, es un decir
porque yo no comía nada. Un rato después nos pusimos en camino hacia Dragnag.
En unos 20 minutos estábamos en un lateral del glaciar y se
divisaban nuestros sherpas caminando por su interior. Era evidente que íbamos a
cruzarlo. Dentro del glaciar no hay tierra, solo piedras de todos los tamaños,
rocas inmensas, muchos agujeros y muchas lagunas con agua y con témpanos y
bloques de hielo.
Llegando a las laderas del glaciar
En mi escrito de la jornada anterior dije que su anchura era
de más de un kilómetro. A mí me parecieron más porque tardamos más de hora y
media en cruzarlo. He visto alguna fotografía con gente cruzándolo y parecen
hormiguitas dentro de su magnitud.
Dos horas para cruzar el glaciar Ngozumba
Después de traspasado el glaciar, la ruta no se hizo pesada,
dos o tres km. antes de llegar a nuestro punto de destino, Dragnag, se puso a
nevar y personalmente gocé caminando bajo la nieve. Alguna subida y bajada no
muy pronunciadas pero terminamos a 90 m. de altura menos que el lugar desde
donde veníamos.
La nevada nos pilló de camino a Dragnag
Nos acomodamos en el salón calentito por la estufa alimentada
con excrementos secos de yak y por las cristaleras veíamos caer los copos de
nieve que dejaban un blanco manto no solo en el suelo sino también encima de
los bóvidos que alrededor del refugio campaban a sus anchas.
Oscureció pronto y en espera de la hora de la cena, como casi
siempre, compramos la correspondiente tarjeta con la contraseña para poder
acceder al wiffi y de esa forma contactar con nuestras familias y personas
allegadas. En esa ocasión y en ese lugar tan inhóspito y alejado de la
civilización, me aceptaron la tarjeta de crédito ¡En medio del Himalaya y a
casi cinco mil metros de altura!
Después de instalados continuaba nevando
Pronto nos retiramos a descansar porque al día siguiente nos
esperaba la jornada más dura con más de diez horas de camino por delante y
muchas de ellas atravesando por zonas nevadas y con hielo.
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