Dejamos Machhermo muy temprano. Muy abrigados, pues el frio
era intenso. Pasamos entre aberturas hechas en las vallas de piedra seca junto
a algunos yaks que llenos de nieve permanecían acostados en el suelo.
Mis pasos eran cada vez más lentos, el cansancio y la falta
de oxígeno pasaban factura. La vegetación no existía, salvo esa hierba seca o
quemada por el frio que apenas sobresalía del suelo. Quien no ha estado nunca
por esos parajes podría pensar que debía de ser aburrido ver constantemente ese
paisaje de piedras y tierra, pero no, el Himalaya tiene algo especial que mires
donde mires te gusta, siempre es distinto, cada visual es única.
Ana y Yolanda dos infatigables miembros de la expedición
A pesar de sufrir algunos síntomas del mal de altura, no estaba
desanimado, me gustaba todo lo que había a mí alrededor y disfrutaba de los
bellos paisajes.
La senda nos llevó a una gran rambla y en ella discurría un
rio de aguas agitadas por los obstáculos pedregosos de su lecho, pero no por su
gran caudal. Caminábamos junto a la corriente y a medida que nos acercábamos al
primero de los tres lagos que debíamos encontrar, vislumbramos una multitud de
pilas de piedras o hitos que los caminantes han ido haciendo durante el
transcurso de los días o tal vez de los años ya que son miles los cúmulos que
hay.
Rodeado de pilas de piedras junto al primero de los lagos de Gokyo
Esas mini columnas o mojones o lo que sean, continuaron junto
al rio de forma cuantiosa hasta alcanzar el segundo de los lagos, un poco mayor
que el primero. Volvimos a parar la marcha para acercarnos a sus aguas cristalinas
y hacernos alguna fotografía. Unos minutos y retomamos la senda que nos
llevaría a la fantástica imagen de Gokyo y su gran lago rodeado de altas
montañas.
El grupo a la llegada a Gokyo
Nuestros sherpas ya habían dejado nuestras pertenencias en el
pasillo donde estaban las habitaciones. Nos entregaron las llaves y alojamos en
ellas los enseres y atuendos para seguidamente ir al comedor ya que después de
la marcha era obligado tomar el té o el zumo.
Gokyo-namaste-lodge-restaurant. nepal.gekkon.club
Nuestro jefe de expedición nos dijo que lo siguiente que
haríamos sería subir a lo alto de la ladera donde se encontraba situado el
poblado porque lo que veríamos desde allí nos iba a dejar boquiabiertos.
A algunos de nosotros no nos gustaba demasiado la idea de
subir una pendiente de unos 300 metros casi en vertical y menos después de la
caminata que ya llevábamos encima, pero insistió y nos encaminamos montaña
arriba, menos mal que fueron unos 15 minutos lo que duró la escalada.
Con el sherpa Jambo
Al llegar a la cima, lo que vimos en la otra parte no solo
nos dejó boquiabiertos sino también fascinados y asombrados por lo que teníamos
ante nuestros ojos. ¿Eso qué es? –Nos preguntamos todos- “Es un glaciar”. Yo no
sé cómo describir aquello, y además estoy convencido de que por mucho que
intente contar y explicar cómo es, si no lo ven en directo, nadie jamás se
podrá hacer una imagen de lo que vi.
El glaciar Ngozumba
Era como un gran pasillo entre montañas de más de un km. de
ancho, de un color gris claro, como si hubiesen descargado allí millones de
camiones de tierra y piedras sacados de algún agujero en la tierra. Entre esos
áridos había multitud de pequeñas lagunas con agua y hielo. Era la morrena del glaciar Ngozumba.
¡Impresionante!
Gokyo y su lago desde Gokyo Ri. infinitetoursandtravels.com
El lugar desde donde estábamos viendo el espectáculo se
encuentra a 5.000 metros de altura ¡Habíamos superado los 5 Km. verticales!
Pero teníamos que volver a nuestro refugio ya que era casi la hora de comer y
aunque yo continuaba con mi ayuno involuntario, alguna sopa de verduras
calentita me esperaba. Pasamos la noche a 4.790 m. sobre el nivel del mar.
A mis espaldas, Gokyo y su lago
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