En un proceso judicial, concerniente a una herencia, que tuvo
lugar ante la Corte de Justicia de lo civil y criminal de la villa de
Villajoyosa en el año 1656, los demandantes tuvieron que aportar documentación
y testigos. Todas las pruebas que presentaron, abarcaban un período de 74 años,
ya que comenzaban en 1582 y finalizaban con la sentencia emitida.
Fue un proceso largo, difícil y farragoso, ya que en
principio, el testador, dejó como heredero a su hermano, pero éste fue muerto y
no tenía descendientes, por lo que el derecho de la herencia pasó de unos a
otros.
Hubo gente implicada de Alcoy y de Jijona, aunque la mayoría
eran de La Vila.
Por fin, muchos años después, se cerró la cuestión con una
sentencia de la Justicia de Villajoyosa.
Pero el tema de este relato, es un hecho acaecido y que fue
el que dio pie a todo este proceso.
Un día del año 1582, el batle de la villa de Villajoyosa, Pedro
Iváñes, entregó a Gaspar Zaragoza de Francisco, una importante cantidad de dinero
para que fuese al reino de Castilla a comprar unos caballos.
El tiempo fue pasando y nada se volvió a saber de Gaspar
Zaragoza.
Muchos años después, el 19 de junio de 1607, su hermano
Bartolomé hizo testamento ante el notario Pedro Juan Sebastiá. Nombrando heredero universal de
sus bienes, a su hermano Gaspar, esperanzado de que estuviera vivo. Gaspar Zaragoza, cuando
emprendió el viaje hacia Castilla, estaba casado con Beatriz Llorca y no tenían
descendencia alguna.
Fotografia de historiadecalp.net
Al parecer, el testador no las tenía todas consigo, ya que
eran demasiado los años transcurridos sin tener noticias de su hermano, por lo
que dejó escrito que en su defecto, la herencia pasara a los hijos de su
hermana Delfina, esposa de Miguel Pérez.
Pasó el tiempo y los hijos de Delfina, sobrinos del testador
Bartolomé Zaragoza, decidieron que ya habían transcurrido suficientes años y que había llegado el momento de pedir la herencia.
tierraquebrada.com
Tuvieron que convencer al tribunal de que
su tío Gaspar había fallecido. Para ello, aportaron la testimonial de cinco
personas, todas mayores de 60 años, las que aseguraron que Gaspar Zaragoza, por
orden del batle vilero, marchó al Reino de Castilla a comprar unos
caballos. En su periplo, hizo noche en
una posada y en ella, bien por descuido o bien por alardear, unos delincuentes
advirtieron que llevaba una gran suma de dinero. Al día siguiente le
tendieron una emboscada y lo mataron para robarle todo el caudal.
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En su testimonio también dijeron que le habían hecho honras
de cuerpo presente por su alma y celebrado muchas misas de réquiem. Por lo que
era bien cierto que estaba muerto. Esto fue ratificado por el cura de la
iglesia parroquial, mosén Francisco Zaragoza.
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