V relato de “La Barbera. Una burbuja en el
tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.
A
pesar de que los señores ya habían fallecido, Pepica, la guardesa, continuaba
viviendo en la zona destinada a la servidumbre, ya que la Sra. Dª. Antonia así
lo dijo antes de morir, y así fue hasta que comenzó la reforma (algunos la han
llamado rehabilitación) del edificio, en la que, engañada, tuvo que abandonar
la casa.
En las
estancias de la finca de La Barbera, donde vivía, recibía las visitas de su
familia y la de algunas amistades.
La casona de La Barbera
Allá
por el año 1994 o quizás fue el 95, el más pequeño de sus nietos decidió
quedarse a dormir en lo que él consideraba la casa de la yaya. Su joven tía
pasaría la noche en casa de una amiga, por lo que la abuela se encontraba sola
y su nieto quiso hacerle compañía.
En el
relato anterior, ya anoté cómo era la habitación. No tenía ventanas y la única
puerta que daba acceso a ella, casi se alineaba con la única ventana del
pequeño salón que era utilizado para todo, incluso a veces para que alguien de
la familia durmiera en un pequeño catre allí instalado.
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Era de
madrugada y unos pasos despertaron al niño. Éste se mantuvo despierto mientras
seguía escuchando las pisadas de alguien que estaba paseándose por el salón,
pero ¿quién? ¡Si al mismo tiempo oía los resuellos de su abuela en la
habitación contigua!
Se
levantó del lecho y con mucho sigilo se asomó al saloncito por la entreabierta
puerta. La luz de la luna entraba por la entornada y única ventana. Los pasos seguían
resonando delante de él, se alejaban y acercaban, con la mirada los seguía,
pero allí no había nadie.
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El
reloj de péndulo que colgaba de la pared junto a la gran chimenea, dio tres
toques, señalando la hora de ese instante.
De un
salto se volvió a meter en la cama, tapándose hasta la cabeza. Al momento, los
pasos se paraban, pero a los pocos segundos volvían a oírse. Así hasta que amaneció.
NotiCel
El
crío sabía que el reloj de cuco llevaba muchos años estropeado y por lo tanto
no funcionaba, pero él oyó sus tres toques. (Muchas fueron las veces que oímos
las horas de ese reloj, sabiendo todos que estaba estropeado).
Nunca
más volvió a quedarse en casa de la abuela.
Reloj de péndulo de La Barbera
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