IV relato de “La Barbera. Una burbuja en
el tiempo” o “Cuando los límites se entrecruzan”.
Esta narración, es la primera a partir del
final del linaje de los Aragonés.
Aunque los extraños sucesos en la heredad,
también se manifestaron en vida de los miembros de la familia, fue a partir del
término de la estirpe cuando varias personas, ajenas a la mansión y a la
familia, pudieron “sentir” sobre ellas mismas “algo raro” cuando se encontraban
en su interior. Actualmente, una decena de estas personas, pueden dar
testimonio de ello.
La Barbera dels Aragonés a principios del siglo XX
Corría
el año 1993.
Era
una fría noche de noviembre y Pepica decidió dormir en la habitación de la
niña. Dos camas de 90 cm, sin ventanas.
Le
gustaba ver la televisión y por ese motivo acostumbraba acostarse tarde. Era ya
madrugada, sobre la una. La niña llevaba un par de horas durmiendo. Hacía frio
y además Pepica era muy friolera, por lo que se tapó con un par de mantas que
le cubrían hasta la nariz. Sólo le sobresalían la frente y los ojos. No le
gustaba la oscuridad, por ese motivo dormía con las persianas o puertas
abiertas y esa noche la puerta de la habitación estaba de par en par para que
la luz de la luna, que entraba por la ventana del salón, pudiera dar claridad.
Vídeos de misterio. Espectros de Terror Reales 162
Llevaba
unos 10 minutos en la cama, el silencio era total, sólo lo quebrantaba el
sonido de alguna ráfaga del frio viento al mover las palmas de las espigadas
palmeras de la finca.
De
repente, le pareció ver una sombra pasar por delante de la puerta.
Pepica
se extrañó y puso expectantes sus sentidos.
Un par
de minutos después vio de nuevo la sombra, pero ahora tenía forma de persona.
Se había parado frente a la puerta de la habitación.
Taringa!
Estaba
pasmada, casi sin respirar y totalmente paralizada, pero sin quitar la vista a
esa presencia. Evidentemente era una persona.
La
figura dio unos pasos hacia el interior de la estancia hasta llegar a los pies
de la cama de la niña.
¡Era
Dª Antonia! Apenas dos metros separaban a Pepica de la señora que tenía medio
cuerpo semi iluminado por la claridad que llegaba del exterior. Conocía bien a
la señora y le veía perfectamente el rostro. ¡Era ella!
Doña Antonia. Retrato de la Barbera.
Pero…
¿Cómo podía ser la señora si llevaba once meses muerta? -Pensó Pepica. -
De
repente, Dª. Antonia se puso en horizontal, levitando sobre el cuerpo de la
niña. Cara con cara, a un par de palmos una de otra.
Pepica
no podía pensar, por su cabeza no pasaba nada, sólo miraba. Totalmente inmóvil,
como paralizada y con los ojos exageradamente abiertos.
No se
oía nada. El silencio era sepulcral. Hasta el débil viento de la calle se había
detenido.
Taringa!. Grandes misterios sin respuesta
Posiblemente
fueron un par de minutos los que duró la escena (Pepica perdió la noción del
tiempo),
hasta
que la señora volvió a incorporarse y se esfumó. Se diluyó en el aire sin salir
de la habitación.
Dejó pasar
un breve espacio de tiempo y con algo de temor, pensando que todo debería haber
vuelto a estar en orden, Pepica se levantó, se acercó a su hija y comprobó que dormía
plácidamente. Con algo de indecisión, se asomó a la puerta y constató que todo
era normalidad.
Volvió
a la cama, pero esa noche no pudo conciliar el sueño.
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