Publicado en Sarrià nº14 año 2018. Revista d’investigació i assaig de la Marina Baixa
Fue en el año 2013 cuando un equipo
de jóvenes arqueólogos, bajo la supervisión de la dirección de Vilamuseu,
recorrieron e investigaron el territorio llamado “la frontera-desierto”.
Una franja de tierra que, como su
nombre indica, en el siglo XIII, fue frontera entre Aragón y Castilla. Además
de ser una tierra inhóspita y pobre.
Esa franja nombrada como
frontera-desierto, fue bautizada así por Enrique Llobregat, que fue director
del Museo Arqueológico Provincial, por el escaso interés que las culturas
históricas han tenido por esa zona y por ese motivo casi siempre fue frontera.
Desde el 13 de octubre de 2013, hasta el 25 del mismo mes, los jóvenes de AJIPA, hicieron las prospecciones oportunas por la línea marcada como frontera-desierto, y así lo expusieron, día tras día, en la página web del proyecto (fronteradesierto.wixsite.com/fronteradesierto/frontera---desierto-en-directo)
En la página “Noticies”, editada por el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Villajoyosa el 9 de agosto del 2013, con el título “Proyecto Frontera-Desierto en Villajoyosa”, podemos informarnos muy bien de cómo es, y era, esa parte del sur-oeste de La Vila.
Nosotros siempre hemos visto y
conocido esa zona, abandonada de cultivos y seca, y parece que desde hace
milenios ha sido siempre muy parecido. Tierras muy deshabitadas que por ese
motivo se les ha prestado, arqueológicamente, muy poca atención.
A pesar de todo eso, los jóvenes
investigadores, encontraron cosas interesantes, aunque poco de lo que en
principio se quería hacer se ha hecho. Y si alguna cosa se ha llevado a
término, lo desconocemos. ¡Es una lástima! Por que seguro que más de una cosa
interesante encontraron y algún medio de comunicación hizo alusión a ello.
Finalizadas las jornadas de
exploración por parte de los expertos, el director de Vilamuseu me comentó, que
tendríamos que averiguar lo que había en la cumbre del Cantal o La Mola, ya que
los investigadores no habían podido acceder a esa rocosa elevación. Cabía la
posibilidad de que la torre o castillo de La Mola, nombrado en los documentos
del Pacto de Almizra entre Castilla y Aragón en el año 1244, estuviera en su
loma.
Agustí Galiana, en “La Vila de Vilajoiosa. Fundació i notícies
d’una pobla medieval”, editado por AEMaBa (Associació d’Estudis de la
Marina Baixa), nos dice que la Mola, nombrada en el Llibre dels Feits, en el que se explica la frontera entre Castilla
y Aragón, en los Fueros de Valencia,
redactados en 1261, y en el testamento de Jaime I, en el que especificaba que
el Reino de Valencia llegaba hasta Biar y la Mola, es el promontorio conocido
durante siglos como el Cantal de la Mola y hoy denominado el Cantal. Es decir,
la Mola y el Cantal son la misma cosa.
El reto me ilusionaba. Él sabía que mi hijo, también
voluntario cultural del museo, es un apasionado del riesgo y dispone de
material y elementos necesarios para esa posible aventura.
Dicho y hecho.
Nos puso en contacto con una de las
jóvenes arqueólogas que realizaron el trabajo de inspección del territorio y
quedamos para intentar la ascensión al Cantal. Esta gran mole de piedra está
justo encima de la línea que separa los términos municipales de Orxeta y
Villajoyosa.
El lunes, 4 de noviembre de 2013 por
la tarde, quedamos en la Venta del Charco y allí nos juntamos cinco personas,
dos de ellas arqueólogos.
Llegados al pie del Cantal, en su
cara noreste, vimos que había una gruesa cuerda que alguien puso allí para
poder escalar. Mi hijo Vicente fue el primero que se equipó debidamente e
inició la ascensión para ver las posibilidades que los demás teníamos. En ese
sitio, una gran grieta parte la roca y la cuerda estaba sujeta a un pequeño
algarrobo nacido allí arriba. Cuando pudimos subir a esa pequeña parte del
Cantal, avisé de que el día estaba llegando a su fin y pronto sería de noche,
por lo que decidimos bajar inmediatamente.
Aún tuvimos tiempo de dar un rodeo a la gran mole rocosa y
llegar a su parte oeste, donde vimos una gran grieta por la que decidimos
entrar. Llevábamos algunas linternas encendidas, era ascendiente y creo que
llegamos hasta su final, pero con la oscuridad y la estrechez, decidimos salir
de allí y volver en otra ocasión con la claridad del día. Aquí terminó esa
jornada.
Pasaron algunos meses y cuando tuve
ocasión, le recordé al director de Vilamuseu que deberíamos de volver a
intentar la subida a la cima del Cantal. Asintió.
Lo comenté con mi hijo y decidimos ir
el primero de mayo, fecha que estaba cercana, junto a nuestro amigo David, que
también es aficionado a las escaladas y disponía del material necesario para
ello.
Decidimos ir por el mismo lugar de la
vez anterior, ya que parecía ser el único sitio por el que se podría acceder.
No fue fácil, porque llegados al
algarrobo, la peña se separa en más de dos metros. No sé cómo lo hizo Vicente,
pero cuando me di cuenta, estaba en la parte alta del Cantal.
Ató la cuerda que llevaba al troco de
un pino y nos la lanzó para que nos la pasáramos por los arneses y poder
ascender.
Así lo hicimos. Una vez arriba, me
quedé impresionado. Es una gran llanura de piedra como un campo de fútbol.
Me puse a mirar detenidamente en cada paso que daba,
fotografiando todo rincón y lugar. Impresionantes vistas de gran parte de la
comarca, del mar y de una parte del Alacantí. Desde allí se controlan todos los
caminos. Si en otros tiempos se querían vigilar los pasos importantes de la zona,
como era el camino hacia Alicante, que pasaba por el que actualmente es la
carretera de Aigües, el camino de la costa e incluso parte del camino de
Villajoyosa a Alcoy (antiguo Camí del Peix), no existe ninguna duda de que ese
es el mejor sitio para observar.
Aunque no encontré trocitos de cerámica, ni ningún resto de lo que podría haber sido una torre o una fortificación de piedra o de otros materiales sólidos, es muy probable que la torre o castillo de La Mola estuviera allí.
El castillo o torre, no tiene porqué
ser como normalmente nos lo imaginamos, o tal como lo fueron otros. Por si
mismo, el Cantal, ya es una torre o un castillo y además inexpugnable. Sólo le
falta una cabaña o barraca.
Es lógico que en el lugar no
encontrara trozos de cerámica ni otra clase de restos, ya que lo normal es que
la basura y otras cosas inservibles, lo arrojaran desde lo alto.
Aunque no sabemos la forma, ni por
dónde accederían las personas encargadas de estar allí para vigilar o para
realizar otros trabajos, sí que parece que en ese lugar hubo gente y lo
demuestran algunos puntos del altiplano en los que la roca parece tallada.
También se puede observar una especie
de hoyo o agujero excavado en el suelo rocoso, que podría almacenar el agua de
la lluvia, aunque a alguien le pueda parecer que es a consecuencia de la
erosión.
Después de disfrutar de las preciosas vistas, mirando en
todas las direcciones, bajamos de la enigmática mole de piedra, con la
satisfacción de haber estado en un lugar histórico, contemplado por multitud de
generaciones durante millones de años, pero que muy pocos pudieron poner sus
pies en él.
Me siento un privilegiado.
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