jueves, 7 de noviembre de 2024

Castillo o torre medieval de la Mola.

 Publicado en Sarrià nº14 año 2018. Revista d’investigació i assaig de la Marina Baixa

Fue en el año 2013 cuando un equipo de jóvenes arqueólogos, bajo la supervisión de la dirección de Vilamuseu, recorrieron e investigaron el territorio llamado “la frontera-desierto”.

Una franja de tierra que, como su nombre indica, en el siglo XIII, fue frontera entre Aragón y Castilla. Además de ser una tierra inhóspita y pobre.

Esa franja nombrada como frontera-desierto, fue bautizada así por Enrique Llobregat, que fue director del Museo Arqueológico Provincial, por el escaso interés que las culturas históricas han tenido por esa zona y por ese motivo casi siempre fue frontera.

Arqueólogos preparando la escalada al Cantal

La Asociación española de Jóvenes Investigadores de Patrimonio Arqueológico (AJIPA), escogió Villajoyosa como su primer proyecto de investigación, y fue esa frontera-desierto la que investigaron por ser una parte desconocida del municipio.

Desde el 13 de octubre de 2013, hasta el 25 del mismo mes, los jóvenes de AJIPA, hicieron las prospecciones oportunas por la línea marcada como frontera-desierto, y así lo expusieron, día tras día, en la página web del proyecto (fronteradesierto.wixsite.com/fronteradesierto/frontera---desierto-en-directo)

En la página “Noticies”, editada por el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento de Villajoyosa el 9 de agosto del 2013, con el título “Proyecto Frontera-Desierto en Villajoyosa”, podemos informarnos muy bien de cómo es, y era, esa parte del sur-oeste de La Vila.

Nosotros siempre hemos visto y conocido esa zona, abandonada de cultivos y seca, y parece que desde hace milenios ha sido siempre muy parecido. Tierras muy deshabitadas que por ese motivo se les ha prestado, arqueológicamente, muy poca atención.

A pesar de todo eso, los jóvenes investigadores, encontraron cosas interesantes, aunque poco de lo que en principio se quería hacer se ha hecho. Y si alguna cosa se ha llevado a término, lo desconocemos. ¡Es una lástima! Por que seguro que más de una cosa interesante encontraron y algún medio de comunicación hizo alusión a ello.

Finalizadas las jornadas de exploración por parte de los expertos, el director de Vilamuseu me comentó, que tendríamos que averiguar lo que había en la cumbre del Cantal o La Mola, ya que los investigadores no habían podido acceder a esa rocosa elevación. Cabía la posibilidad de que la torre o castillo de La Mola, nombrado en los documentos del Pacto de Almizra entre Castilla y Aragón en el año 1244, estuviera en su loma.

El Cantal

Agustí Galiana, en “La Vila de Vilajoiosa. Fundació i notícies d’una pobla medieval”, editado por AEMaBa (Associació d’Estudis de la Marina Baixa), nos dice que la Mola, nombrada en el Llibre dels Feits, en el que se explica la frontera entre Castilla y Aragón, en los Fueros de Valencia, redactados en 1261, y en el testamento de Jaime I, en el que especificaba que el Reino de Valencia llegaba hasta Biar y la Mola, es el promontorio conocido durante siglos como el Cantal de la Mola y hoy denominado el Cantal. Es decir, la Mola y el Cantal son la misma cosa.

El reto me ilusionaba. Él sabía que mi hijo, también voluntario cultural del museo, es un apasionado del riesgo y dispone de material y elementos necesarios para esa posible aventura.

Dicho y hecho.

Nos puso en contacto con una de las jóvenes arqueólogas que realizaron el trabajo de inspección del territorio y quedamos para intentar la ascensión al Cantal. Esta gran mole de piedra está justo encima de la línea que separa los términos municipales de Orxeta y Villajoyosa.

El lunes, 4 de noviembre de 2013 por la tarde, quedamos en la Venta del Charco y allí nos juntamos cinco personas, dos de ellas arqueólogos.

Llegados al pie del Cantal, en su cara noreste, vimos que había una gruesa cuerda que alguien puso allí para poder escalar. Mi hijo Vicente fue el primero que se equipó debidamente e inició la ascensión para ver las posibilidades que los demás teníamos. En ese sitio, una gran grieta parte la roca y la cuerda estaba sujeta a un pequeño algarrobo nacido allí arriba. Cuando pudimos subir a esa pequeña parte del Cantal, avisé de que el día estaba llegando a su fin y pronto sería de noche, por lo que decidimos bajar inmediatamente.

Mi hijo Vicente, voluntario de USAR-13, escalando el Cantal

Aún tuvimos tiempo de dar un rodeo a la gran mole rocosa y llegar a su parte oeste, donde vimos una gran grieta por la que decidimos entrar. Llevábamos algunas linternas encendidas, era ascendiente y creo que llegamos hasta su final, pero con la oscuridad y la estrechez, decidimos salir de allí y volver en otra ocasión con la claridad del día. Aquí terminó esa jornada.

Pasaron algunos meses y cuando tuve ocasión, le recordé al director de Vilamuseu que deberíamos de volver a intentar la subida a la cima del Cantal. Asintió.

Lo comenté con mi hijo y decidimos ir el primero de mayo, fecha que estaba cercana, junto a nuestro amigo David, que también es aficionado a las escaladas y disponía del material necesario para ello.

Decidimos ir por el mismo lugar de la vez anterior, ya que parecía ser el único sitio por el que se podría acceder.

No fue fácil, porque llegados al algarrobo, la peña se separa en más de dos metros. No sé cómo lo hizo Vicente, pero cuando me di cuenta, estaba en la parte alta del Cantal.

David y Vicente en la cima del Cantal

Ató la cuerda que llevaba al troco de un pino y nos la lanzó para que nos la pasáramos por los arneses y poder ascender.

Así lo hicimos. Una vez arriba, me quedé impresionado. Es una gran llanura de piedra como un campo de fútbol.

Me puse a mirar detenidamente en cada paso que daba, fotografiando todo rincón y lugar. Impresionantes vistas de gran parte de la comarca, del mar y de una parte del Alacantí. Desde allí se controlan todos los caminos. Si en otros tiempos se querían vigilar los pasos importantes de la zona, como era el camino hacia Alicante, que pasaba por el que actualmente es la carretera de Aigües, el camino de la costa e incluso parte del camino de Villajoyosa a Alcoy (antiguo Camí del Peix), no existe ninguna duda de que ese es el mejor sitio para observar.

La cima del Cantal de la Mola

Aunque no encontré trocitos de cerámica, ni ningún resto de lo que podría haber sido una torre o una fortificación de piedra o de otros materiales sólidos, es muy probable que la torre o castillo de La Mola estuviera allí.

El castillo o torre, no tiene porqué ser como normalmente nos lo imaginamos, o tal como lo fueron otros. Por si mismo, el Cantal, ya es una torre o un castillo y además inexpugnable. Sólo le falta una cabaña o barraca.

Es lógico que en el lugar no encontrara trozos de cerámica ni otra clase de restos, ya que lo normal es que la basura y otras cosas inservibles, lo arrojaran desde lo alto.

Aunque no sabemos la forma, ni por dónde accederían las personas encargadas de estar allí para vigilar o para realizar otros trabajos, sí que parece que en ese lugar hubo gente y lo demuestran algunos puntos del altiplano en los que la roca parece tallada.

Uno de los lugares de la cima del Cantal que parece trabajado 

Seguramente como parte del abrigo para facilitar las estancias en las que se guardaban la comida y otras que servirían como habitaciones para resguardarse del sol, de la lluvia y otras inclemencias del tiempo.

También se puede observar una especie de hoyo o agujero excavado en el suelo rocoso, que podría almacenar el agua de la lluvia, aunque a alguien le pueda parecer que es a consecuencia de la erosión.

Agujero en la roca. Excavado o erosionado

Después de disfrutar de las preciosas vistas, mirando en todas las direcciones, bajamos de la enigmática mole de piedra, con la satisfacción de haber estado en un lugar histórico, contemplado por multitud de generaciones durante millones de años, pero que muy pocos pudieron poner sus pies en él.

Me siento un privilegiado.     

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